Flogging Molly


Flogging Molly é un verdadeiro grupo de taberna da cidade de Los Angeles, creado na taberna Molly Malones. A banda ten influencias de The Dubliners, e acada un son tipo The Poques. Nace no 1997 a partir de jam sesions na Molly Malones, onde chegaron a autoproducirse seu primeiro disco grabado diante do seu público: "Alive Behind the Green Door". Gracias a este traballo SideOneDummy Records escolleunos para que grabaran un segundo álbum: "Swagger".

No 2002, a banda lanza "Drunken Lullabies" (Nanas de borrachos) onde incluen un dos éxitos máis importantes da banda, o single autotitulado Drunken Lullabies. O álbum en sí tamén foi un grande éxito, entrando no 157 do Billboard estadounidense, e dous anon despois "Within a Mile of Home" que acada un espectacular 20º puesto no Billboard de 2004. En 2006, Flogging Molly lanza "Whiskey on a Sunday" e no 2008 "Float".

Van dous exemplos do que fan:






O caso é que nun capitulo de Stargate Universe, no final, escoitase unha canción que de boas a primeiras encantoume: sinxela, ben tocada e ben resolta... "o peor dia dende onte"



"The Worst Day Since Yesterday"
Intro:
D A D D
D A D D
D A Bm G
D A D D


Verse 1:
-------D------A-----------D------D
Well I know I miss more than hit
-------D-------------A--------D------D
With a face that was launched to sink
------D------A--------Bm-----G
And I seldom feel the bright release
--------------D-----A---------D---------D
It's been the worst day since yesterday


Verse 2:
-----------D---------A------D-----D
If there's one thing I have said
------------D--------A-------------------D----D
Is that the dreams I once had now lay in bed
-------D----------A-------Bm---------------G
As the four winds blow my wits through the door
--------------D-----A---------D--------D
It's been the worst day since yesterday

Chorus 1:
G---------------D
Fallin' down to you sweet ground
G
Where the flowers, they bloom
D
Well it's there I'll be found
------D-------A------D----G
Hurry back to me, my wild colleen
-------------D-----A---------D--------D
Its been the worst day since yesterday


Chords during solo:
A A G D
A A G A

Verse 3:
-------------D-----------A-------D-----D
Though these wounds have seen no wars
---------------D-----A------D-------D
Except for the scars I have ignored
---------D-------A-----------Bm---------G
And this endless crutch well it's never enough
-------------D-----A---------D--------D
Its been the worst day since yesterday

Chorus 2:
G------------------------D
Hell says hello well it's time I should go
G-----------------D
To pastures green that I've yet to see
------D-------A-----D----G
Hurry back to me my wild colleen
-------------D-----A-------D--------D
Its been the worst day since yesterday


e coma sempre outra xente facendo a súa versión..













Buscando a Mister Lou Reed

Dios no es cristiano ni musulmán.
Es victima de seguidores de culto, es un poco como Lou Reed. Karl Wallinger World Party)



BUSCANDO A MR. REED

HOSPITAL PSIQUIATRICO DE CREEDMORE, LONG ISLAND, verano de 1959. A través de pasillos que se bifurcan y puertas que dan a otras puertas, el joven Louis Firbank, de 17 años, es escoltado por dos enfermeros hacia la primera sesión de un tratamiento que -aseguran los médicos- le ayudará a corregir su temperamento inestable. No sabe de que se trata, pero está tranquilo. Piensa en otra aburrida charla con algún psicólogo, o en todo caso en una perorata moralizante y un par de pastillas que arrojará al inodoro. Sin embargo, le extrañan dos circunstancias que al principio no había advertido: cada puerta que atraviesan es cerrada a sus espaldas por un guardia, y todas las ventanas están enrejadas. Después de dar varias vueltas llegan a una sala semivacía, con una camilla y una máquina. Alguien le ordena que se quite la ropa. Ese mismo alguien (u otro) lo ayuda a recostarse y lo ata con firmeza a la camilla.

El joven intenta una protesta, pero una enfermera angelical le susurra al oído unos cuantos elogios que consiguen tranquilizarlo, también le aplica una pomada en las sienes, donde fija dos gruesos cables a cada lado y le introduce una pinza en la boca, "para que no te tragues la lengua", le dice con una sonrisa. Después lo dejan solo. Está así, tumbado, pensando en lo raro que sería tragarse la propia lengua, cuando lo fulmina una descarga de voltios suficiente como para derribar a un boxeador pesado. Al recuperar la conciencia piensa que se ha convertido en un vegetal. No puede hablar, no puede concentrarse, tiene problemas de orientación. Cuando termina el tratamiento, después de ocho aterradoras semanas de electroshock, el joven Reed escribe en su libreta de apuntes, con letra caligráfica: "odio a los psiquiatras. ODIO A LOS PSIQUIATRAS, ODIO A LOS PSIQUIATRAS".

LOU Nº1 - EL ROCKER DIPLOMADO



Cuarenta años más tarde, Lou Reed está sentado en el vestíbulo del Hotel Meridien, en Barcelona, esperando que los técnicos terminen de montar el escenario donde esta noche ofrecerá un recital. Es bajito, cuadrado, y cuando sonríe parece gracioso. El problema es que no sonríe nunca. Mira fijamente a los ojos de su interlocutor y mantiene una postura que podría describirse como una cordial hostilidad, como si quisiera recordarle a su eventual invasor que detrás de esa quieta cortesía se esconde un doberman rabioso capaz de aniquilar a su presa. Es evidente que no le gustan los periodistas, ni las grabadoras, ni las preguntas sobre su vida privada. Demasiados años ejerciendo de Lou Reed.

Su presencia en Barcelona coincide con la exhibición en el Festival de Cine de San Sebastián de Rock´n´Roll Heart, un documental sobre su vida dirigído por Timothy Greenfields Sanders, pero ni siquiera ese acontecimiento ha servido para que acceda a conversar formalmente con la prensa. Por lo demás, ni la película, ni el propio Lou Reed se muestran dispuestos a ventilar sus cosas en público. En verdad el film es casi una versión esterilizada de uno de los mitos más oscuros del Rock & Roll. Quienes desean caminar por el lado salvaje del artista, parece decirnos el director, no tendrán más remedio que al menos echarle una hojeada a Transformer, la monumental biografía de Reed (cuatrocientas páginas casi sin fotos) escrita por Victor Bockris, uno de los acólitos de Andy Warhol en The Factory. Mientras tanto, hay que aprender a leer entre líneas.

"Mis primeros estudios de música fueron con el piano clásico. La primera vez que agarre una guitarra tenía 10, 11 años. Mis padres me llevaron a un profesor de guitarra. Me mandaron a uno de esos tipos que están en las tiendas de música, que venden instrumentos. Me dijo: "Andate para casa y aprendé a tocar Twinkle, Twinkle, Little Star". Yo le dije que no me interesaba, le dí un disco de Carl Perkins y le pedí que me enseñara a tocar esas canciones. El dijo: "Pero sólo son tres acordes" Yo contesté: "Bueno enséñeme esos tres acordes". Entonces el maestro me dio un cuaderno y escribio los acordes, ya sabes, cómo poner los dedos y esas cosas. Y eso fue todo. Esa fue mi primera y última lección de música."

La primera parte de su vida es tan previsible como la de cualquier estrella de rock & roll, tanto que incluye el consabido odio a los colegios, los grupos y a cualquier otra clase de autoridad. Sin embargo, el joven Reed se inscribe en la Universidad de Siracusa y -detalle que convendría no olvidar- se licencia en Literatura Inglesa. Eso no le impide, desde luego, demoler la institución: "Realmente odiaba la Universidad. Salvo Dlmore Schwartz, un gran poeta, todos los profesores eran estúpidos. Él había escrito un relato, In Dreams Begin Responsabilites ( "Con los Sueños Empiezan las responsabilidades" ), que es quizás el relato corto más extraordinario que jamás haya leído. Era el ejemplo de como se podía alcanzar un logro artístico de primer nivel con un lenguaje sencillo. En esos años yo también tocaba con algunos grupos de rock, pero eran verdaderamente muy malos. Eramos tan malos que todas las semanas nos veíamos obligados a cambiar de nombre porque nadie quería volver a escucharnos. Pero más que la música, lo importante fue conocer a Delmore. Sólo por eso valió la pena la maldita experiencia en la universidad."

La historia no autorizada habla de devaneos homosexuales, de las primeras experiencias con la drogas y de alguna inquietud seudomística, pero en general el joven Reed salió de los claustros acádemicos convertido en un licenciado no muy distinto de sus compañeros. Tenía un boleto para Nueva York y 26 dólares en el bolsillo.

LOU Nº 2 EL VANGUARDISTA

En este punto comienza el pantanoso camino de la leyenda. Es muy probable que, junto con los Beatles, La Velvet Underground sea el grupo que más haya influido sobre el desarrollo del rock y el pop. Lou Reed lo sabe mejor que nadie y no mueve un dedo por romper el mito, sobre todo el mito personal. Elogia a John Cale, pero recuerda como de pasada que la mayoría de los temas le corresponden por entero. Admite que la aparición de Andy Warhol fue importante para salir del anonimato, pero enseguida aclara que las canciones más conocidas ya estaban escritas desde mucho antes. "Muchas canciones de la Velvet las escribí cuando estaba en la Universidad. Cuando llegué a Nueva York iba con John a la calle 125, en el Harlem, y tocabamos en la vereda I´m Waitng For The Man y Heroin. También hicimos una actuación en el café Bizarre, del Greenwich, pero metíamos tanto ruido que terminaron echándonos. Justo en ese momento apareció Andy."



El centro de operaciones de Warhol, una gigantesca nave cubierta de aluminio y habitada por toda clase de personajes estrafalarios conocida como The Factory, le brindó a Lou Reed la oportunidad de conocer un mundo a la vez aristocrático y marginal, glamoroso y decadente; en definitiva, un ambiente ideal para un joven de clase media con vocación de rebelde. Ayudados por la indudable fama de Warhol, la Velvet Underground se convirtió rápidamente en una banda de culto.




El mismo aspecto de los miembros del grupo encajaba a la perfección con el paisaje de The Factory: la mirada pétrea de Reed, siempre oculta tras los anteojos negros; las figuras desgarbadas de Cale y Sterling Morrison, rematadas con singulares cortes de pelo; y, unos pasos atrás, de pie, una esmirriada Moe Tucker golpeando la batería como una posesa. "El grupo sonaba bien, pero lo mejor era la baterista", recordaría Warhol."Con ella parada allí detrás, aporreando frenéticamente los tambores, con ese corte de pelo tan raro, uno se preguntaba todo el tiempo si era un chico o una chica. Ese aspecto andrógino de Moe era lo mejor de las actuaciones". Lou Reed, siempre atento a la imagen no olvidaría jamás esas palabras, con cierto rencor porque no se referían a él.



Posteriormente por discusiones internas del grupo, John Cale fue expulsado de la banda. Lou gobernó la banda por dos álbunes más. Finalmente Lou abandona el grupo, como hizo tantas veces con muchas cosas en su vida, sin dar mayores explicaciones.


LOU Nº3 - EL MUCHACHITO GLAM

El año 1972 estuvo a punto de ser la tumba artística de su carrera. La Velvet llevaba dos años disuelta y parecía condenada al olvido. Su primer disco solista había sido un fracaso, tanto de ventas como de crítica, y además estaba gordo. En Londres había irrumpido el glitter-rock, o glam, una explosiva mezcla que combinada el vestuario de Carmen Miranda con los cortesanos más exóticos de Warhol. Quién podía fijarse en un regordete que vestía como un desarrapado sin hogar.



"Mi primer disco estuvo mal producido y sentí que tenía que cambiar. Justo en esa época conocí a David (Bowie) y pensé que él podía producir mi próximo álbum. Parecía rápido y capaz, y todo el mundo hablaba de él, como si guardara un secreto intransferible. Además, yo había escuchado Ziggy Stardust, y era un disco casi perfecto, sin errores, pensé que podríamos formar un buen equipo. Lo pasamos bastante bien juntos."



Lo cierto es que el astuto Duque Blanco no sólo se hizo cargo de la producción de Transformer -probablemente disco mejor considerado de Lou Reed- sino que le dio al desconcertado Lou una estética en la que encauzar su furia. La combinación parecía infalible. Por un lado Bowie aporta labios pintados, maquillaje blanco y pelo teñido; por otro Lou los habitantes de The Factory como índice temático. Todo eso, sumado a los elogios públicos de Bowie, que se declaraba su discípulo, y al bombazo comercial de "Walk On The Wild Side", lo devolvieron a la cima del estrellato. No duró mucho.




El hecho de que bautizara el entorno de Warhol (todos los personajes de "Walk on the Wild Side" eran habitantes reales de The Factory: "Joe" era Joe D´Alessandro, actor-fetiche de las películas de Morrisey; "Holly" y "Candy" eran dos drag-queens de The Factory, etcétera) y los maquillajes de Bowie para relanzar su carrera bastaron para que la prensa se lanzara por primera vez contra él, acusándolo de plagiar descaradamente al inglés, y de malvender las historias de sus amigos de la Factory.




Cuarenta años después, la defensa de Reed suena casi a disculpa. "Siempre escribí sobre lo que me rodeaba y sería difícil imaginarse no haber escrito sobre todo lo que ocurría en The Factory. Además, se trataba de cosas que me interesaban". Frase que parece contradecir esta otra, recogida por su biógrafo: "Aquella etapa me sirvió para lo que tenía que servir. Quería ser famoso para convertirme en el mayor vendedor de basura del momento, y terminé por serlo, porque mi mierda es mejor que los diamantes de cualquier otro artista. Así que lo llevé tan lejos como pude y después cerré el negocio".



La verdad es que había algo en Lou Reed que no encajaba en la parafernalia glam. Su glamour era denso, como salido de los callejones más oscuros del Bronx, motivo más que suficiente para abandonar las lentejuelas por el traje de cuero.




LOU Nº4 - EL ANIMAL DE ROCK & ROLL



Convencido de que el glam pasaría rápidamente de moda, Lou Reed eliminó a Bowie de su vida, despacho a Betty, su novia de entonces, y se embarcó en un proceso de demolición personal. Como primera medida, decidió volver a consumir grandes cantidades de speed, su droga favorita. La segunda fue casarse con Raquel, un imponente travesti mexicano de rostro impenetrable. De ese período saldrían tres discos: Berlin, Sally Can´t Dance y Rock ´n´ Roll Animal, tan irregulares como exitosos, y una serie de conciertos que quedarían para siempre en la historia más terrorifica del rock internacional.




Totalmente desquiciado por el exceso de speed, Lou Reed se tambaleaba por los escenarios dando patadas y zarpazos a un anemigo invisible, rebotando contra los altavoces, olvidándose las letras y llevando su físico a tales extremos que cada recital parecía que iba a ser el último. Lo notable es que cuanto más al límite llegaba Reed, más parecía disfrutar el público. Una encuesta de la época que intentaba sondear cúal habría de ser la próxima víctima mortal del rock lo ponía en segundo lugar, detrás de Keith Richards (de quien mucho se dice pero ya verán cómo nos entierra a todos).




La gente acudía a sus conciertos para verlo morir sobre el escenario.

La dramatización de una posible muerte en directo llegó a la cima cuando Lou decidió agregar un bonus a sus shows: La ejecución de un pico de heroína en público.

Así lo contaba Todd Tolcles, del Melody Maker, en su reseña del recital del 7 de diciembre de 1974:"Estaban por la mitad de Heroin cuando Lou sacó una aguja hipodérmica de su bota... Mientras la masa prorrumpía en vítores y gritaba "¡Muere! ¡Muere!", Reed se enrolló el cable del micrófono en el brazo, mientras se buscaba la vena. Cuando el que esto escribe se levantó para salir de la sala, Lou le entregó la jeringa a uno de los descontrolados fanáticos del público".



Interrogado sobre ese período, Lou Reed encoge los hombros, como si le hablaran de un pariente remoto que de cuando en cuando se encuentra en los velorios. "Realmente creo que no me parezco en nada al personaje que aparece en cada uno de mis discos. Simplemente en algún momento pensé que sería divertido ser ese personaje y lo fuí", explica con su mejor cara de póquer. Y agrega: "Aquella época fue para mí como una fisura temporal en movimiento", pensamiento eternamente profundo e inconcluso cuya propiedad esclarecedora aun está por descubrirse. Más directo sería en una entrevista con Danny Fiels: "Es fantástico, cuando peor lo hago más se venden mis discos. Creo que si ni siquiera estuviese presente en mi próximo álbum, sería un número uno".

La realidad adoptó la frase de inmediato.


LOU Nº5 - EL PADRINO DEL PUNK

En la primavera de 1975, por exigencias contractuales con al RCA, Reed tuvo que entregar un nuevo producto de estudio. El producto que sacó de la manga fue Metal Machine Music, un disco -hoy materia de coleccionistas- que podría describirse así: Lou Reed, en una habitación, haciendo rechinar todo tipo de guitarras durante 64 minutos. "John Cale me había introducido en la música electrónica, a través de La Monte Young, así que decidí hacer música sin letra y con un ritmo constante. Me encontré en la resonancia sin respetar la armonía, jugaba con distintas velocidades, tratando de seguir la cadencia del sonido". La versión del productor de la RCA es diferente, claro: "No bien entró en mi despacho me di cuenta de que aquel tipo estaba como una cabra. Si se llega a tratar de un tipo cualquiera, que me hubiera venido con aquella mierda, lo hubiese sacado a patadas. Pero tenia que andarme con cuidado porque era el artista de la compañia. ¡El artista! Lo hubiera asesinado."



Por su parte, Rolling Stone, lo designó el peor álbum del año y John Rockwell, uno de los criticos más sutiles de Reed, lamentó la decadencia del cantante. La respuesta de Lou, ya incapaz de distinguir la realidad de lo que pasaba por su cabeza, la dio en Take No Prisioners, una interminable diatriba en vivo en la que el cantante arremetía contra todo lo que lo rodeaba, especialmente los críticos de rock. La película de Greenfield recupera con acierto el momento: muestra un plano fijo de Rockwell mirando directamente a la cámara, mientras de fondo se escuchaba la voz de Reed explicándole a la multitud: "A quién le pueden interesar los críticos. Cómo te puede interesar que John Rockwell te diga que sos inteligente. ¡Que te den por culo, John! ¡Mirá como me transformo en Lou Reed! ¡Hago de Lou Reed mejor que nadie!"



Para el incipiente movimiento Punk que se estaba gestando en los sótanos de la CBGB no podía haber un modelo más perfecto que el Lou Reed de Take No Prisioners, y en seguida las nuevas bandas -Talking Heads, Television, Ramones, Dead Boys- se dedicaron a rendirle homenaje al maestro con versiones de sus temas.




De la noche a la mañana el animal del rock & roll se había convertido en el padrino del punk. Pero la realidad era más oscura. Las drogas, el alcohol, el insomnio casi permanente, las confrontaciones inútiles, habían puesto al cantante en el umbral del no retorno. "Aunque me lo tomaba en serio, ya no era capaz de distinguir los límites entre la vida real y esa vida. Quiero decir, durante mucho tiempo había habido tanta confusión entre la vida real y los paraisos artificiales que ya no era capaz de controlar la situación. En ese momento estaba caminando por la cuerda floja, realmente".




LOU Nº6 - EL LITERATO URBANO

Después de un largo período de desintoxicación, la vida de Lou Reed se estabilizó. En 1980 se casó con Silvya Morales y se fué a vivIr a un rancho de Nueva Jersey. De esa época a la fecha ha habido de todo: discos introspectivos (Growing Up In Public), mediocres (Legendary Hearts), brillantes (The Blue Mask, New York), elegíacos (Songs for Drella, en memoria de Andy Warhol) y hasta un sonado regreso de la Velvet Underground. Sin embargo, la vida doméstica le dio la oportunidad de concentrarse en la literatura, su territorio natural.



"Siempre pensé que un disco podría proporcionar el mismo placer que la lectura de una novela, por lo menos eso es lo que intento. Se trata de tomar la sensibilidad de Burroughs, de Hubert Selby o de Poe, y ponerle música de rock. Claro que para eso hay que saber escribir".




Lou Reed se acomoda los infaltables lentes y esboza una sonrisa. "Ahora tengo un mayor dominio de la escritura que cuando era un lunático. De todos modos, la escritura es un proceso muy extraño, que nunca alcanzó a comprender por completo. Yo quiero que las frases sean muy visuales, directas, que lleguen al ojo de la mente, y eso cuesta mucho trabajo. Raymond Chandler escrube "Esa rubia era tan agradable como un labio partido", pero es muy difícil escribir con esa eficacia. Yo paso todo el tiempo corrigiendo, quitando palabras, reduciendo al mínimo. Además de establecer un planteo, un nudo y un desenlace, tengo que darle con un martillo a las palabras para que todo sea fluido y conciso y llegue rápidamente al espectador, pero al mismo tiempo sé que el proceso de creación es esencialmente volátil. A veces empiezo a teclear y no me detengo a corregir, porque sé que si parara no podría recuperar las imágenes. Entonces tengo que seguir hasta el final y después eliminar lo que sobra. En eso estoy casi siempre."




No hay tiempo para más. Un asistente avisa que el escenario está preparado y la comitiva se pone en marcha. El bajista y el baterista viajan con los técnicos. Lou Reed se mete en un Cadillac negro con su guitarrista, Mike Rhatke. "¿Puedes concebir algo mejor que te paguen por tocar la guitarra?", pregunta antes de cerrar la puerta.


LOU Nº 7 - EL PROFESOR SACA EL ESPEJO

La aplicación práctica de la última matamorfosis de Lou Reed aparece dos horas más tarde en la Avenida de la Catedral, cuando alrededor de 20 mil personas saltan de sus asientos al escuchar los dos primeros versos que abren el recital: "Standing on the corner / suitcase in my mind...", canta el venerable Lou y todos piensan que vuelven los viejos tiempos. Error. Grave error. Amparado en una guitarra acústica, el antiguo animal del rock & roll procederá a su habitual demolición de todo lo establecido, pero esta vez hacia atrás, hacia lo que hace algún tiempo fueron camperas de cuero y raros peinados nuevos. Para empezar, Lou no habla. Ni con la gente ni con sus músicos. Hierático, sin moverse de la misma baldosa en toda la noche, parado como si fuera un ídolo de piedra de alguna remota isla, el viejo Lou pasa revista a sus canciones como quién tiene que enseñarle gramática a un grupo de gorilas. De cuando en cuando saca una banana para reclamar atención -la versión de Vicious es impresionante- para enseguida volver a la mesura y a la calma, es decir, las condiciones ideales para leer un buen libro. "Parece un profesor", comenta entre colérica y decepcionada una señora mayor en las plateas.



En relidad no se sabe si la gente aplaude por lo que ve o por lo que recuerda, situación que parece complacer en grado sumo al artista, que comienza a interpretar una extraordinaria y rarísima versión de "The Kids", del álbum Berlin, tan lejos de la original como podría estar una sonrisa de los hornos de Auschwitz.




La cadencia de las canciones se hace tan lenta que el público aprovecha para intercambiar medallas. Un señor canoso jura que lo vió en Alemania cuando se lo llevaron preso desde arriba del escenario. "Tenía el pelo teñido de rubio y no paraba de insultar a los policías", le dice a su amigo, otro canoso cercano a la cincuentena, "Yo estuve en Madrid, cuando se marchó sin cantar", apunta otro "¡Menudo cabrón! Seis meses esperando para verle y coge y se marcha porque le molestan los flashes."


LOU Nº8 . FINAL ABIERTO

(El Profesor muestra el juego) Una mesa, dos sillas, un cenicero lleno de colillas retorcidas. La estrella de rock mira en silencio al periodista, también silencioso. Unos metros más allá un camarero le pasa un trapo a la barra. Después se da vuelta y apaga la máquina de café, que se detiene con un pequeño estruendo. Un televisor sin audio repite indefinidamente escenas de Rock´n´ Roll Hearts, la biografía de Reed. El título significa "Corazón de Rock & Roll", literalmente. El dialogo que sigue tambien es literal.

PERIODISTA: ¿Durante cuanto tiempo se puede seguir siendo rockero?
LOU REED: (Después de una breve pausa ) A lo mejor ese problema no existe si no lo llamamos rock & roll.
PERIODISTA: Con lo que la pregunta se quedaría en cuanto tiempo se puede seguir siendo músico.
LOU REED: Bien. Y la respuesta sería... (Deja una mano suspendida en el aire)
PERIODISTA: Hasta la muerte.
LOU REED: Eso es, mi amigo - y comienza a armar una sonrisa que muere en el acto.


Nehemiah Curtis "Skip" James

Cópia integra dun moi currado post de Flashewolf na comunidade "con alma de Blues" en Taringa.
Nehemiah James, nacido en una plantación cercana a Bentonia, Mississippi, en 1902, apodado Skip por su nerviosa habilidad para el baile y por su incapacidad para permanecer demasiado tiempo en un mismo sitio. respondía al perfil clásico de bluesman y su biografía, hasta esa fecha y a grandes rasgos, resulta tan singular y violentamente contradictoria como pueda serlo la de cualquiera de los miles de músicos negros que se dedicaban a vagar por el Delta en aquella época de depresión. Su padre, predicador baptista y fabricante ilegal de alcohol, abandonó a la familia para seguir en exclusiva al señor, cuando Skip contaba cinco años., aunque nunca dejó de verlo completamente tuvo que acostumbrarse a su ausencia, y en su madurez no dudaría en ir tras él y seguir sus pasos.

Eso eso sería mucho más tarde, cuando su música ya había dejado una profunda huella en la historia del blues. (Según él mismo contó alguna vez fue el escuchar a Green McCloud tocar “Drunken Spree” lo que lo motivó a ser músico). Con una guitarra de dos dólares y cincuenta centavos que le compró su madre se dedicó a seguirlo por las calles de Bentonia, “como un perro faldero”, a la vez que recibía lecciones de piano de su prima Alma Williams, profesora en una escuela local. Tras el fracasado intento de su madre por reconciliarse con su padre Skip se fue de casa durante un año, para regresar, incorporarse de nuevo a la escuela y marcharse otra vez en 1919. En los años siguientes alternaría peregrinos trabajos en el ferrocarril y en la construcción de carreteras, en serrerías, granjas y plantaciones de la zona con una vida concentrada en el blues, entre Bentonia y las ciudades y pueblos de los alrededores, “huyendo de las mujeres y persiguiéndolas”.



Es en este periplo errático donde más tarde se situarán algunas de las historias más oscuras de su biografía, las que lo dibujan como pianista en burdeles, contrabandista de alcohol durante la Prohibición y proxeneta, un tipo taciturno y ostentoso que siempre escondía una pistola y que no dudó en utilizarla en más de un caso. Su encuentro en Arkansas con el pianista Will Crabtree, una versión más experimentada de sí mismo, sería en cualquier caso decisivo para su formación como músico. En algún momento hacia finales de los años 20 se casó con la hija de dieciseis años de un predicador local y puso en marcha un pequeño club donde pensó organizar actuaciones y tocar él mismo; tras una pelea con varios clientes en la que terminó vaciando el cargador de su pistola en el techo, cerró el negocio y se marchó a otro lugar, para descubrir al cabo que su joven esposa se entendía con uno de sus amigos músicos.


Contradiciendo su fama de personaje violento, Skip prefirió desaparecer del cuadro (más tarde confirmaría esta historia, añadiendo que “me destrozaron, pero yo no tenía nada que hacer allí, me fui”). Es, por supuesto, la anécdota de “Devil got my woman”, «el más doliente blues jamás compuesto sobre una relación rota», como fue descrito alguna vez (irónicamente su autor lo escribió antes de que esto sucediese, lo cual podría darnos verdaderas pistas sobre su carácter y sobre su destino), y la de muchos de sus blues, por entonces cada vez más conocidos en la zona del Delta.


La historia de su encuentro con H.C. Speir es sobradamente conocida a estas alturas. Dueño de una tienda de discos y de un pequeño estudio de grabación en Jackson, treinta cinco millas al este de Bentonia, el papel de Speir en la historia del blues ha de considerarse tan fundamental como el de Sam Phillips respecto al rock’n’roll veinte años más tarde: exceptuando a Mississippi John Hurt no hubo prácticamente ningún bluesman local que no pasara por sus manos. Existe cierta corriente que tiende a describirlo como alguien cuyo principal interés fue siempre surtir de discos las alacenas de su pequeña tienda. Speir había estado buscando a Skip durante algunas semanas para aprovechar unas audiciones organizadas por OKeh en el King Edward Hotel. Por alguna razón, su hombre permaneció desaparecido en algún lugar y fue varias semanas después, en febrero de 1931, cuando se presentó de motu propio en el 111 de la calle Farish. Allí tocó “Devil got my woman” ante un pragmático Speir, más atento por comprobar que su autor tuviera suficientes temas, y pocas semanas después se hallaba en Grafton, Wisconsin, registrando las 18 canciones que compondrían su repertorio clásico, uno de los legados seminales del blues.



En ese momento Skip James, con 29 años, era un músico consumado tanto en lo que respecta al piano como a la seis cuerdas –y no se conocen muchos que dominaran tan perfectamente ambos instrumentos-, dueño de un estilo inconfundible y característico de lo que se ha dado en llamar sonido Bentonia. Hoy se sabe que perteneció a la escuela de un guitarrista local no grabado, Henry Stuckey, tan aislado como él mismo, a su vez músico acompañante de aquel McCloud que lo deslumbró a los siete años. Stuckey le enseñó las técnicas y afinaciones que aprendió de los soldados negros, presumiblemente de las Bahamas, cuando estuvo en Francia durante la I Guerra Mundial. Skip cultivó a partir de ahí un característico sonido en tonalidad menor, diferente de lo que era habitual por entonces entre los músicos de blues. Más vibrante en sus piezas al piano (con las que anticipó a Thelonious Monk), y también más distendido, era quizá a la guitarra en donde Skip James obtenía mejores resultados y en donde se ha forjado su leyenda, mostrándose cautivador y asombrosamente versátil, haciendo uso de una técnica deslumbrantemente rápida en unas canciones (“I’m glad” suena tan feroz como cualquier cosa de Robert Johnson), retrayéndose en otras hacia su natural tono melancólico, levantando complejas estructuras o creando una ominosa atmósfera casi cinematográfica –en términos actuales- como en el caso de “Hard Time Killing Floor”, “Cypress Grove” o “Cherry Ball Blues”.



En Skip James –desde siempre un hombre profundamente religioso, con dificultad se hubiese permitido las licencias casi pornográficas de “Travelling Riverside Blues” por ejemplo- había sin embargo una extraña dulzura en el tono, irresistiblemente natural, entre raptos de melancolía y fatalismo, accesos místicos y un clima de tensión que pudo haber hecho presagiar lo que vino a continuación: tras registrar los dieciocho cortes y frustrado a medias el intento de promocionar “Hard Time Killing Floor Blues”, una de sus canciones más sombrías y auténtica banda sonora de la Depresión, las ilusiones de James se vinieron abajo cuando la Paramount detuvo su actividad debido a las secuelas de la debacle de Wall Street, y Skip James desapareció del mapa durante treinta años.



Hasta finales de la II Guerra Mundial la grabación y distribución de discos de blues y jazz estuvo mayormente en manos de las grandes discográficas y no sería hasta esa fecha que comenzaron a surgir sellos minoritarios, algunos dirigidos por negros. El crack del 29 hizo gemir hasta los últimos clavos del buque, pero en cierto modo que la carrera de Skip James acusase este período de sequía hasta el punto de desaparecer de la circulación no es sólo coyuntural; podemos suponer que también responde a su naturaleza. Y si en 1932 apenas se grabaron discos, lo cierto es que tanto el Delta como Memphis o Texas bullían de músicos llamados a convertirse en legendarios, y la migración a las ciudades del Norte, río arriba, apenas acababa de comenzar. En este mismo sentido la súbita claudicación de Skip James fue sólo definitiva en lo tocante al blues. Gayle Dean Wardlow cuenta cómo algunos años después el propio Speir persuadió de nuevo a Skip para grabar en Memphis, y hasta llegó a arrastrarlo al estudio. Malhumorado y sombrío, Skip se negó a tocar otra cosa que no fueran viejos espirituales: “En aquella época o servías a Dios o servías al diablo –comenta Wardlow-, y si tú tocabas blues y llevabas el estilo de vida de un bluesman, entonces servías al diablo y tu destino obvio era quemarte en el Inferno. La gente religiosa no quería tener nada que ver con el blues. Skip dejó de tocarlo y volvió al seno de la Iglesia, eso es todo”.



Después de ese incidente viajó hasta Plano, Texas, en busca de su padre, para dedicarse a predicar y a tocar en iglesias y congregaciones religiosas a lo largo de la siguiente década (llegaría a convertirse en ministro baptista) regresando a Bentonia tras la muerte de su madre, en los años cincuenta. Sería a mediados de los sesenta, con el revival blues y folk que tuvo en el Festival de Newport uno de sus puntos culminantes, cuando a Skip James se le brindó otra vez la oportunidad de registrar nuevos temas y regrabar los clásicos, de una forma difícilmente viable treinta años atrás. Skip, que ya fue escasamente retribuido por sus sesiones en los años 30, nunca dejaría de ser pobre, y finalmente los cuatro mil dólares en royalties que le reportó la versión que hicieron Cream de su “I’m Glad” le servirían para costearse los gastos del hospital de County y de sus propios funerales, cuando el cáncer acabó con su vida en 1969.


Por qué Skip James decidió abandonar su retiro y volver al mundo de la música (lo que él llamaba “the music racket”) puede ser un enigma o no serlo. Tal vez lo tentó la ocasión de ganar algún dinero, o simplemente el tocar de nuevo sus canciones. Quizá echó un vistazo a su alrededor y llegó a la conclusión de que, después de todo, este mundo no tenía redención posible, y poco podían añadir o quitar sus pequeños blues al asunto. Lo que está claro es que la fatalidad se precipitó de nuevo sobre él cuando aceptó recibir a sus admiradores, tocar en donde le proponían (universidades, clubs privados y festivales) y, finalmente, abrir las puertas de su casa a un improvisado biógrafo, Stephen Calt, uno de los muchos jóvenes blancos que se relacionó con él en esta época.



Lo cierto es que Skip James fue un músico de intensa singularidad y a la vez un típico ejemplo de bluesman, con las clásicas obsesiones (misantropía, fatalismo, epifanías) y sus canciones y sus textos ejemplifican el género en todos los sentidos. Por qué se eligió a él como «mesías de los condenados» y no a cualquier otro no es difícil de imaginar.




Para nosotros Skip James seguirá siendo un músico de misteriosa y rara pureza, indestructible al paso de los años. Tal vez por eso, porque los diamantes simplemente acaban desenterrándose tarde o temprano.